Lo que pienso, mi forma de pensar, la estructura de mi pensamiento, la tendencia de este, las causas que lo originan, la intencionalidad, su dirección, todo, absolutamente todo, puede estar condicionado a la estructura psicológica. Luego no se es libre al pensar lo que piensa y la forma en que se piensa, puesto que, ese pensar, está mediado por una parte psíquica ajena al control de quien está pensando.

Soy un humano más, que en ocasiones, puedo entrar en estado de “ser humano”, pero en otras circunstancias, estar en la condición de humano, humano, como animal que hace parte de este planeta, que desde nuestra estructura lingüística hemos denominado dentro del español como tierra. Así, lo que pensamos, también está mediado por el lenguaje, condicionando nuestra forma de pensar, siendo el lenguaje creador del pensamiento con independencia del sujeto. El concepto nos permite identificar aquello que señalamos o queremos referir para comunicar a otro animal de la misma especie, otro humano, capaz de hablar la misma lengua o recepcionar el mensaje.

En ocasiones es posible sentir el absurdo de nuestra especie, mirándonos a nosotros mismos, en la manera como hablamos y actuamos, poniendo atención a los pensamientos evocados por la mente y la creencia de ser esos pensamientos. Identificados con ellos, propio de esa absurda idea de Descartes, pienso luego existo. Anteponiendo la existencia al pensamiento. Pareciera que, los seres humanos, tendrían razón al creer que tienen control sobre su mente, subestimando la idea de, tener que dominarla, esto implica, la falta de control sobre la mente y el deber de trabajar para obtener el control. La mente funciona más allá de nuestro control. A lo largo del día, incluso en los sueños, la mente actúa como otro órgano cualquiera del cuerpo, el corazón, los pulmones, el hígado, por lo que, desde esa perspectiva, no es posible aceptar la idea de un control mental completo de la mente. Las ideas evocadas por la mente, hacen parte de la extraña particularidad de quiénes somos, dadas circunstancias contextuales que han hecho de nosotros quienes somos, somos nosotros y nuestras circunstancias. 

La mente proporciona un sin número de pensamientos a lo largo del día. Es allí, en ese pequeño espacio solitario, en la mente de cada quien, en la que solo nosotros podemos acceder y saber lo que ocurre en su totalidad, en ese extraño diálogo interno, donde las ideas son evocadas por la mente y la atención hacia el pensamiento, expone los miedos, temores, angustias y autocastigos, como también los auto-reconocimientos, alegrías, entre otras emociones, tal vez es ahí de donde viene la reiterada idea de, la felicidad depende de nosotros y en cara de la misma moneda, la tristeza también. Sin embargo, ello plantea el reconocimiento de un extraño control sobre la mente y el pensamiento, en un juego de control y descontrol, no total, pero sí parcial, como el control sobre la respiración. 

Acaso esto tendrá que ver con los efectos de la red neuronal por defecto, que reconoce un pensamiento racional y otro automático o mejor, dos funcionalidades, necesarias ambas para el desenvolvimiento de la cotidianidad. En aquellos momentos donde se necesita una reacción rápida y automática, resbalarse en un piso con hielo, esquivar un hueco al ir conduciendo, no puede ser una operación administrada por la mente racional. Pero la observación de la vida con hondura, requiere la atención de la mente racional. No obstante, en un aproximado del 90% del día, la red neuronal por defecto está dominando al sujeto, impactando en la amplitud de atención. Entrenar la atención para incrementar su sostenimiento a lo largo del día, puede mejorar el funcionamiento de la mente racional. Es allí donde opera el combate con nosotros mismos, donde los propios demonios son enfrentados.

Todo ser humano está en su proceso de vida, sea cual fuere y como fuere, con independencia de lo bueno y lo malo y esto es así por que esta perspectiva pone las circunstancias del sujeto sobre la realidad misma en la que se encuentre. Es decir, en las cosas como están, en la realidad como está dada, tal como son, en toda su dimensión, implica el punto de partida para cualquier cambio. No aceptar la realidad, afecta los procesos de cambio puesto que, el sujeto estaría en resistencia de la realidad. Está perspectiva de lucha contra la realidad se pone en contra de la realidad de la vida y no camina con ella. Es una batalla perdida. Aceptar y agradecer ser quien se es, incluyendo por sobre todo los defectos, abre la posibilidad de reconstrucción psicológica.

Esta posibilidad de ver la realidad tal cual es, con independencia del pasado, presente y futuro de todo individuo, desde una mirada libre de prejuicios e identificaciones, permite ver al sujeto y que este se vea a sí mismo, libre de sus máscaras, más allá de sus apariencias, y en reconocimiento de sus miedos, limitaciones y errores

Yo no soy quién para juzgar a otros y hoy por hoy, puedo dar gracias de no estar en el papel de juzgador. Puedo reconocer mis limitaciones y posibilidades de manera libre y espontánea. Aceptar que soy un ser humano más, que ha tenido la suerte de experimentar la vida que pasa con fugacidad. Que pareciera estar perdido en mirar el final del camino mientras corre con ansias ver iluminado su futuro, sin darse cuenta de la luz que emite en el momento. La posibilidad de estar al margen del rol de juez, me permite evitar tener que lidiar con esa extraña sensación de capacidad moral para decidir sobre los destinos de otros seres humanos, mientras en el silencio de la almohada y en la soledad de la mente, juzgo mi propia humanidad y mi inmoralidad. 

Perseguir la virtud ¿acaso debería ser ese el camino de los jueces? La vida correcta. Conocerse a sí mismos con hondura. Ver sus propios errores, sus propias falencias, sus debilidades, sus vicios. Identificados estos, proceder a corregirlos. El disfraz de juez, la investidura otorgada por el Estado con toga y todo, debe trascender a las cualidades profesionales del sujeto que ejerce la labor. Los jueces profesionales, esto es, ya no los jurados en representación de la gente, propio del sistema anglosajón, sino aquellos individuos que gozan de un prestigio y reverencia social, deben ser personas cuyas cualidades individuales tiendan a emanar admiración. El juez que infunde temor para conseguir el respeto de quienes se encuentran ante él, aprovechando el poder de otorgado por su cargo, moralmente, se degradan de juez a verdugo. Aquellos que aplican la ley sin raciocinio y esperan respeto no porque lo merezcan, sino por el temor que infunden, ocultando sus inseguridades detrás de la toga, juzgan a otros por hacer lo que ellos no son capaces de dejar de hacer. Alejarse de los vicios. Comer de manera virtuosa, lo que alimenta al cuerpo, no lo que gusta a la lengua; hablar de manera virtuosa, usando solo las palabras correctas; alejarse de los propios vicios, reconociendo los propios vicios, los apegos, ya sea a las redes sociales, al azúcar, la carne, el alcohol, la marihuana, entre otros vicios a los que se podría estar apegado, como el ensimismamiento. La preocupación por la constante autocorrección disminuiría la corrupción judicial, más que la valoración profesional. Es difícil juzgar a los individuos sin el conocimiento sobre sí mismo, puesto que, no es posible juzgar a otro atendiendo a sus particularidades, si se desconocen las propias y como aparecen estas particularidades. Por lo que, por defecto, se juzga al individuo, no por particularidades del sujeto en sí mismo, sino sobre las particularidades del juzgador.    

No creo ser lo bastante virtuoso para decidir los destino de otros o juzgar la forma de ser o actuar de otros, cuyas acciones están en cierta forma condicionadas y/o pre-condicionadas al contexto en el que se encuentran y aunque el contexto no determina las conductas, tampoco es posible aceptar que se es completamente libres, como si las circunstancias no condicionaran las conductas desplegadas por el sujeto a ser juzgado. La libertad es un concepto, otro constructo inmaterial humano, casi que indefinible per se, al ser una cuestión mental, es decir, se puede creer ser libre por no estar privado de la libertad corporal, pero sentirse esclavo de un sistema económico y social o se puede ser esclavo en una mina y sentirse libre como le habría pasado al filósofo Epicteto. Haciendo relativa la idea de libertad.

Así, se podría limitar las posibilidades de locomoción de un sujeto por encarcelamiento, pero no cercenar su libertad. Pero al mismo tiempo, la sociedad puede tener sujetos que, pese a disponer de la posibilidad de locomoción, ser esclavos de sus circunstancias y esto podría hacer de estas personas sujetos con limitaciones peligrosas. Sin embargo, esto es tan relativo como las condiciones contextuales y/o circunstanciales de cada sujeto. 

La propia vigilancia, la vigilancia sobre sí mismo, más allá de las identificaciones o identidades pre establecidas socialmente, dado que estas pueden tornarse en limitaciones del sujeto identificado, incapaz de verse a sí mismo de forma holística como ser humano. La limitación estaría dada por que la identificación, esto es, los nacionalismos, la sexualidad, las creencias, vinculan a un grupo poblacional y esto termina limitando la mirada, al no centrar las circunstancias en el ser humano desde una mirada holística.